No podía dar a Alicia tantos detalles de las flores como ella me pedía. Por eso fui llevando la conversación hacia las mariposas. Ella me escuchaba muy atenta y todos los pormenores de la vida de esos insectos despertaban intensamente su atención. Recordé mi infancia, los días transcurridos en la estancia de mi abuelo y las alocadas carreras por el campo, zigzagueando entre los los sembradíos sólo para verlas...
Las mariposas. Sus alas tan frágiles y sus colores tan hermosos me dejaban embelesada con su visión por horas. Era tan fuerte el hechizo que probocaban, que hasta había llegado a pensar que sus vuelos extraordinarios eran sólo para mí.
Y entonces comencé a tener cada una de las florcitas en las que ellas se posaban, y una por una mi colección de flores se repartía entre las páginas de mi libro favorito, que ahora había pasado a manos de Alicia, que siempre prefería un libro antes que otro obsequio.
Alicia era ahora, mi mayor tesoro. Con sus límpidos ojos y su carita dulce me miraba y escuchaba con asombro sin dejar de sujetar su muñeco con cara de porcelana y cuerpo de estopa. Pasábamos horas charlando, bajo el sauce que tenía tallado en sus troncos un corazón y unos nombres borrados por el tiempo, recuerdo de un primer amor nunca olvidado.
Volvía en nuestras conversaciones, a mis travesuras pasadas, y le brillaban los ojos cada vez que le contaba sobre la vasija de la abuela y mis malabarismos para ocultar su rotura.
Mi mente giraba como un cassette encendido y mi imaginación crecía a pasos agigantados a medida que avanzaba en los relatos.
Hasta yo misma llegué a creer esa historia sobre expediciones africanas y caravanas de elefantes en búsqueda de la piedra preciosa.
Alicia exigía minuciosidad en cada detalle y estaba atenta a todas las descripciones de paisajes, animales y mundos exóticos aparecidos en mi narraciones desplegadas como el pañuelo de un mago.
Tampoco podía esperar que Alicia fuera de otra manera. Había crecido entre libros de literatura, apuntes y adolescentes que venían a recibir alguna clase de Literatura o Historia.
Desde muy pequeña había tomado contacto con hojas, lápices, y el trabajo extra de la revista traído por su padre.
Ahora que observo su cabeza de ángel llena de hermosos rulos rubios, apoyada sobre mi regazo y sus blancas manecitas jugueteando con el collar de caracoles que pende de mi cuello, me parece increíble saber que es mi nieta; esta hermosa niña que un día será mujer y contará mis historias y sus historias a sus hijos....
El gato nos mira desde el sofá , entreabriendo los ojos y Alicia una vez más me pide otra relato, que comenzaré a moldear en mi pensamiento, como una vasija de barro.
Eterno Resplandor.
Querida, ¡¡¡te felicito por este lugar maravilloso!!!, en cualquier momento comienzo con la octava temporada de mi programa y difundo a nuestros escritores, pues ahi estaras vos con todo gusto, cariños.
ResponderEliminar