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Eterno resplandor


viernes, 27 de marzo de 2009

Corazón de chocolate



CAPITULO II


Esa mañana, Malena estaba ansiosa, había terminado su 7° grado, el tres de febrero había cumplido trece años, ya era “una señorita” como decía su papá y ese día iría con él a anotarse para lo que pronto vendría: la escuela secundaria.
No tenía temores porque allí se reencontraría con sus compañeros de siempre, con los que muchos de ellos había crecido, jugado y compartido vivencias desde el Jardín de infantes.
Si bien “La secundaria” implicaba cruzar al edificio de enfrente de lo que había sido su antiguo colegio primario, sólo era un cambio de lugar físico, pero nada más. Después lo que vendría ya lo sabía: más materias, más profesores y una exigencia mayor; pero eso la tenía despreocupada ya que siempre había sido una buena alumna.
Luego del desayuno, volvió a su habitación, abrió la puerta del placard y por enésima vez miró su nuevo uniforme escolar: Un jumper gris, camisa blanca, corbata marrón y sus nuevos zapatos negros y relucientes.
Estaba feliz,¡ faltaban dos semanas para que comenzaran las clases!
Prendió la computadora y revisó su fotolog, tenía una hermosa foto de las vacaciones en la playa con las chicas; por supuesto María Laura, su amiga del alma, había sido la primera en firmarlo, le seguían las firmas de Gabriela y Verónica.
Abrió el msm y la verdad nadie estaba conectado; era demasiado temprano para las remolonas de sus amigas. De repente un golpe fuerte en la puerta de su habitación la sobresaltó.
-¿Quién es?- preguntó adivinando casi la respuesta que vendría del otro lado.
-¡ Yo!, abrime Male, dale,- suplicó una vocecita conocida.
- Ufff, ¿ya te despertaste nene?, ya voy.
Quien estaba del otro lado no era otro que “El plomito” de su hermano menor. Ese apodo se lo había puesto con las chicas y él se enojaba mucho por eso, pero ni así las dejaba tranquilas.
Su hermanito, como lo llamaba cariñosamente Malena, tenía 7 años y siempre andaba tras sus pasos como una sombra. Malena lo adoraba y lo cuidaba y protegía siempre. Pero ya en plena adolescencia le molestaba bastante “su hermanito”, porque últimamente estaba pegado a ella en todo. Y si venían las chicas él quería estar a toda costa entre ellas; y entonces tenían que hablar en clave todo el tiempo, y más aún cuando conversaban sobre chicos.
Matías, el plomito, contaba todo, pero absolutamente todo. Y cuando Malena lo echaba de su habitación para hablar con sus amigas de ya saben qué, él iba llorando y se quejaba con su mamá, que en seguida tomaba partido a favor del plomazo.
-Male - le decía- , no seas mala con tu hermano, él es chiquito y también quiere jugar con ustedes.
-Pero mamá nosotras¡ no estamos jugando!, estamos conversando, -le decía Malena.
-Bueno, entonces, ¿qué te molesta?
-Pero mamá….
Y el plomito se salía con la suya.
Entonces Male y las chicas lo ignoraban y jugaban a hacerse las estatuas. Hasta que se cansaban de estar tan quietas mientras él las observaba fijo, les hacía burla para que se rieran, les tiraba de los pelos, les metía el dedo en la nariz una por una y les hacía cosquillas.
Por eso un día habían decidido hablar en “geringoso” para que no las entendiera y además para hacerlo enojar. Pero el muy atrevido hasta ese extraño código había aprendido.
Ellas lo descubrieron mucho después, cuando ya “el plomito” había presenciado y oído miles de sus conversaciones “geringosas”.
El día que supieron que el plomo sabía, quisieron desaparecer del Planeta tierra, sobre todo Male.
- ¿ Vapamospo apa lapa hepelapadeperiapa apa lapa tarpadepe?- preguntó Gabriela.
- Vapa Guipillerpemopo, Male, y quiere hablar con vos- Le dijo María Laura más emocionada que la propia Malena.
Mientras tanto “el plomito” jugaba en la cama de su hermana con unos autitos, haciéndose el distraído.
- Nopo sepe- respondió dudosa Male
Las chicas insistieron obviamente hablando en su clave, diciéndole que Guillermo quería verla para hablar con ella, y tanto insistieron que finalmente Male les dijo:
-Buepenopo, sipi, sipi.
Entonces fue ahí cuando el plomito dejó los autitos se paró, miró a las chicas, luego a su hermana y le dijo muy serio:
- Ahora le voy a contar a papá que te vas a ver con un chico que se llama Guillermo, hoy a la tarde en la heladería.
Y antes de que alguna de las tres pudiera reaccionar, o pudiera cerrar las mandíbulas que se les habían caído al piso por la sorpresa del descubrimiento; “el plomito” salió despedido hasta la puerta de la habitación y remató:
- O se pensaron que soy bopolupudopo-
Y riéndose salió corriendo con el chisme.

Continuará..... Eterno Resplandor

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